TERCER DÍA
Clementísima Virgen María, mar inmenso de todas las gracias, abismo insondable de todas las virtudes, piélago interminable de todas las perfecciones y golfo maravilloso de todos los bienes, que trayendo de lejos, como nave del mercader Divino, al soberano pan de los cielos Jesucristo, tu único Hijo, aseguraste a todos el divino auxilio y tu admirable Patrocinio, que no ha faltado a criatura alguna en la carrera sucesiva de los siglos, apareciendo como Palma que anuncia felizmente la victoria en las guerras continuas de nuestra vida: ruegote piadosísima Madre y dulce patrona nuestra, ya que sois baluarte que defiende poderosamente a los hombres, y eres terrible a los espíritus infernales, como escuadrón y ejército bien ordenador, que viva yo seguro del poder de las tinieblas y alistado en las banderas de tu divino Patrocinio, cante siempre la victoria en las campañas que presentaren todos mis enemigos, y triunfante de todo el abismo, consiga felizmente la corona de la gloria que tiene Dios preparada a los que finamente le aman y pelean hasta el fin de la vida. Amén.
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