CUARTO DÍA
Serenísima
Virgen María, paraíso florido de los deleites de nuestro Dios, huerto cerrado
por el mismo Criador, y fuente cristalina de aguas vivas, sellada con el sello
real de la Santísima Trinidad, te doy infinitas gracias, Reina y Señora
nuestra, por aquel amor invencible y caridad imponderable que ejercitas con los
mortales, declarándote Patrona, Madre, Protectora y Abogada de todos ellos, que
verdaderamente te descubren como Rosa de
Jericó, alegrando los corazones con tu vista, confortando las almas,
desterrando los males, causando bienes y ofreciendo la reconciliación con Dios:
por estas mismas virtudes y excelencias tuyas y por aquella piedad que
practicas con nosotros, como lo acreditan tus mismas obras, y los prodigios que
has operado a favor de todos tus hijos, te suplico, clementísima Reina, hija
del príncipe de los siglos, vida, dulzura y esperanza nuestra, que miras al
pecador por miserable que sea, con ternura y clemencia de Madre, lo acaricias y
no lo abandonas hasta verlo reconciliado con el divino Juez, me socorras, me
ampares, me favorezcas, me defiendas y reconcilies con el Señor, y consiga su
apreciable amistad y gracia, celebre con tu favor y soberano auxilio las
grandezas de mi Dios en la gloria. Amén.
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